La pandemia del COVID-19 ha sido llamada el «gran acelerador» de la transformación digital y ambiental. En tan solo unos meses se han realizado cambios en la forma en que las empresas y gobiernos de todos los sectores y regiones hacen negocios y toman medidas para mitigar los efectos del cambio climático.
Según la consultora internacional McKinsey, las empresas han acelerado la digitalización de sus interacciones con los clientes y la cadena de suministro, así como de sus operaciones internas entre tres y cuatro años. Igualmente la habilitación de productos digitales en sus carteras se ha acelerado en siete años.
La pandemia ha reducido la actividad económica y, con ella, el impacto de la contaminación. Este evento mundial ha permitido tener una mayor comprensión del riesgo climático y ha develado la magnitud de los cambios necesarios para mitigar sus efectos perjudiciales, incrementando la urgencia de los esfuerzos para reducirlo.
En este sentido, muchas de las grandes empresas de petróleo y gas están abordando el manejo de las emisiones generadas en sus operaciones y las de sus empresas relacionadas como sus suplidores de insumos. También se observan cambios en las carteras de inversión y en los portafolios de productos, las empresas se están alejando de los combustibles que tienen un impacto significativo en el clima (crudos pesados, por ejemplo) y apuntan sus inversiones hacia combustibles o energías más limpias.
Es una práctica cada vez más común el acompañar cualquier venta de energético (petróleo, gas, electricidad, combustibles) con un certificado que cuantifica las emisiones generadas en la producción del mismo. En el corto plazo la emisión de este tipo de documento se masificará hasta llegar al consumidor final quien tendrá la decisión final de comprar o no un bien en función de sus emisiones de carbono.
Por su parte, los gobiernos de los países desarrollados y grandes consumidores de hidrocarburos han anunciado grandes cambios e inversiones en materia de mitigación de emisiones y transición energética. Por ejemplo, en 2020 la Comisión Europea aprobó, en su plan de recuperación por la pandemia y en su presupuesto ordinario, 555 mil millones de euros (661 mil millones de dólares) para financiar la investigación y proyectos en los ámbitos de sostenibilidad, energía renovable, hidrógeno, calefacción y movilidad sostenibles para el período 2021-2027.
El presidente de China, Xi Jinping, indicó en septiembre de 2020 durante la Asamblea General de las Naciones Unidas que su país adoptaría objetivos climáticos mucho más estrictos y alcanzaría lo que llamó «neutralidad de carbono antes de 2060».
En Latinoamérica y el Caribe, regiones que en el pasado se surtían de derivados y crudos venezolanos, han iniciado la transición energética sustituyendo combustibles líquidos (fueloil y diésel) por gas natural. Esto ha significado introducir el gas natural en la matriz energética primaria de algunas regiones.
En Venezuela, durante 2019 y 2020 han sido diversos los ejercicios de planificación y planes tendientes a incrementar la producción petrolera del país y tratar de rescatar algunas filiales de PDVSA. Ante el escenario global descrito, la gran mayoría de las ideas planteadas por los expertos petroleros venezolanos se topan con el escenario infranqueable de la transición energética mundial además de la pérdida de mercado originadas por el colapso de PDVSA. Se plantea entonces el dilema de qué hacer con las reservas de petróleo y gas, y con la infraestructura construida para explotarla e industrializarla.
La construcción de nuevas plantas petroquímicas que puedan industrializar corrientes de refinería o ser alimentadas con metano, etano o propano extraídos del gas natural es una solución interesante para evitar que gran parte de las reservas de hidrocarburos del país se queden en el subsuelo.
La infraestructura actual de los sectores petroquímico y refinador/mejorador venezolanos (ambos en manos del Estado) pudiera ser parte de la solución; sin embargo, se requieren grandes inversiones para su recuperación y modernización. Históricamente ambos sectores representan el segundo y tercer consumidor de gas natural del país después del sector del sector eléctrico.
Así mismo, es necesario un cambio profundo de la estructura organizacional y el modelo de negocio de ambos sectores para aprovechar eficientemente las ventajas competitivas que posee Venezuela (ubicación, riqueza del gas natural, conocimiento de la industria, infraestructura, costos de materia prima) ante la necesidad de cubrir el mercado interno y la oportunidad de colocar productos en el mercado internacional.
En este mismo sentido, es una oportunidad nada despreciable promover asociaciones estratégicas con el sector petroquímico y del gas natural licuado trinitario. Ante la caída de producción del gas natural en la isla caribeña, la industria petroquímica instalada en Point Lisas se ha visto profundamente impactada hasta el punto de mantener fuera de servicios de forma indefinida varias plantas de fertilizantes y metanol. Así mismo el tren 1 de Atlantic LNG mantiene limitaciones operacionales por la disminución del suministro de gas desde sus fuentes. Sin duda, ambas opciones representan una gran oportunidad para la región.
La verdadera integración de los negocios petrolero, gasista, refinador y petroquímico es una tarea aún pendiente en Venezuela. La transición energética representa para Venezuela una amenaza que afecta al petróleo, su principal producto exportador y casi única fuente de ingresos: la mayoría de los escenarios a largo plazo indican una disminución importante de la demanda mundial de petróleo. Sin embargo, también es una gran oportunidad para aportar valor con un amplio desarrollo integrado del negocio refinador y suindustria petroquímica, basada en las grandes reservas de gas natural, acompañado del desarrollo y aplicación de tecnologías de captura, almacenamiento y utilización (CCUS) de CO2, tecnología que también apalancaría el desarrollo del hidrógeno azul. Igualmente, el sector eléctrico, altamente descarbonizado por el predominio de la hidroelectricidad, puede serlo aún más con la incorporación de las fuentes eólicas y solar, y el desarrollo consecuente del hidrógeno verde.